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Anhelamos estar en contacto con la vida, tocar y ser tocados, en cambio nos asusta que cualquier cosa nos alcance. Asustados de que la vida se nos acerque demasiado, la mantenemos alejada, pero estar "fuera de contacto" nos enferma, el tacto nos cura. No debemos temer el contacto; lo que deberíamos temer es su ausencia.
A menudo cuando nos parece que hemos perdido contacto con la realidad o con nuestra propia persona, se debe a que tiran de nosotros en muchas direcciones diferentes. Los antiguos creían que cuando esto ocurría, la persona tenía que detenerse en algún sitio a fin de recuperar las partes dispersas de su alma, Lo mejor era poner los pies desnudos en la tierra y respirar profundo, sentir la tierra en contacto directo con nosotros (un espacio con pasto funciona muy bien)y recordar mientras meditas que la energía amorosa y fuerte es la misma que fluye en nuestro interior.
Cuando estés tan agotado que la vida te parezca una experiencia abrumadora o triste, prueba hacer este ejercicio al aire libre, por la tarde, sintiendo el viento y los últimos rayos de sol, o de noche, bajo las estrellas o en luna llena, no necesitas a nadie más, solo tu en conexión con la tierra, descubre tu interior, si estás triste, molesto o algo te incomoda, deja que el viento o la noche se lo lleve, deja que la tierra te llene de paz, te sentirás mejor...